Yo quiero ser Gramillero*
y poder bailar delante
de los tambores brillantes
que mueven mi cuerpo entero.
Yo quiero ser Gramillero,
de barba blanca tupida,
el que de todo se olvida,
entre tambor y tambor,
repartiendo con amor,
pasos de baile y de vida.
Voy cubierto de colores que no veo,
voy tapado por la vista de los otros.
Salgo en pie y luego me decaigo,
salgo arrastras y luego me levanto.
Ante mi, se postra hasta la luna.
Anti mi, la vida es un regalo.
Hoy arrastro mi cuerpo y mi garganta,
después vuelo y te miro desde lejos.
Tendré entera a la tierra como hermana,
tendré enteras tus palabras de otra hora.
Ahí está. Mira hacia arriba como si fuera el sol quien la escucha.
Sabe que su sonrisa es placebo para cualquier dolencia.
Sabe que con sus pasos cortos será capaz de voltear el mundo.
Sabe que si te mira, te caes, te paras, ríes, lloras y hasta bailas.
Sabe que si tiene alas es para que la que vueles seas tú.
Ahí está, abriendo las ventanas del futuro,
mirando los mares de la vida y latiendo al ritmo los cuentos.
Hoy te reto con palabras truculentas, de veneno, de soberbia, de venganza.
Me revelo y me rebelo, al mismo tiempo. Ya soy malo, soy astuto y soy osado.
Te encadeno a otra memoria, no a la mía. Te prefiero desdichado y sin sonrisas.
No parece que la tinta vaya a irse, no parece que este mal pueda perderse.
Súfrelo, como si fuera yo quien sufre. Súfrelo y si no quieres pues te aguantas.
Es mi karma, es mi sino, es mi venganza. Te maltrato desde lejos, poeta insano.
Te maltrato como tú me maltratabas. Con palabras venenosas mal pensadas.
Me siento un poco plof y no sé cómo.
No hay palabra que me sirvan de argumento.
Solo suena un poco plof mi sentimiento.
Solo sé que no va bien algo de ahí dentro.
Me siento un poco plof y es algo raro.
No es tristeza, ni amargura, no es cansancio.
Me siento como si se entremezclaran
las ansias de tenerte y la desidia.
Es vacío, es llenura, es pereza.
Es cabeza cabizbaja y entereza.
Me siento un poco plof y no hay motivo.
Me siento un poco plof y no es contigo.
Siento los pies cansados de buscarte, de perseguir aquello que me dabas.
Tengo el zapato muerto en el asfalto, de recorrer el campo y la batalla.
Los tres colores de un solo día, el primer beso de la mañana,
las palabritas en la almohada, mis dos canciones y la ducha fría.
En un camino descalzos van mil dedos, ya no hay sandalias que intenten encontrarte.
Sobre un cordel hoy tiemblan cien zapatos, que todavía se inventan un pasado.
He perdido mis poemas
¿Puedes mirar si están sonando en tu cabeza?
Rebusca bien, por favor.
En ellos hay trozos de ti, pero también mi.
Hay algún perro y un aroma. Hay comida y resacas;
vientos, lágrimas e incluso risas.
¿Puedes mirar de nuevo?
¿Los ves ahí? Sí, ahí sobre tus manos,
empapados de recuerdos.
Están casi deshechos de tanto que los has cantado.
Ahí están, pero no me los devuelvas.
Solo quería saber que los tenías tú.