Susúrrame al oído que me odias
mientras tiemblo entre tus piernas como un tonto.
Araña bien mi espalda, como una loca.
Acabemos este baile, y luego otro.
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Me estremezco, me desatas, te lamentas;
se me lía tu melena en las caderas.
Me enrollo, me deshago, me envenenas
se te enreda mi melena entre los dedos.
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Me derramo torpemente en tu regazo,
me derrito en un bostezo alegremente.
Me acaricias, me levantas y nuevamente,
aparezco envenenado entre tus muslos.
Fotografía de Sweetdindi Sweet [Síguela en http://flic.kr/p/qNoZUb]Suspira lenta, pero apresuradamente. Vacía el pulmón y acaricia con tus ojos su mejilla.
Manosea libremente su entrespalda y palpa casi sin querer su cuerpo.
Suspira, ahora, con más ansia, casi landra de un sollozo y de una risa.
Si puedes húyete de un solo giro y, al irte, suspira ya sin miedo y con más ganas.
Juega a darme besos impertinentes, caricias sinvergüenzas y miradas que trepan.
Juega luego a dejarte temblar, a apretar mis sienes con tus muslos, a sostenerte siquiera con un dedo.
Juega, entonces, a llamar a Dios. Impía, como yo, y blasfema, como el resto.
¿Follamos y reímos?
Cáete en mis brazos pesarosos, en mi pecho palpitante y en mi melena revuelta por tus dedos.
Cáete, como siempre caes, riéndote del suspiro y del cansancio.
Cáete, refinada y moribunda, carcajeándote de mi aliento entrecortado y de mi barriga enorme.
Cáete, ahora, frente a mi.
Pídeme, de ojos, que reiniciemos el juego.
Ya sé que cien palabras son muy pocas,
que me quedo corto, parco y casi mudo.
Ya sé que no describo la mitad siquiera,
que no canto más que el principio en cien palabras.
Ya sé que cien palabras no son mucho,
que soy capaz de reconocerte en miles.
Asumo la culpa de mi vagancia,
de mi desidia y mi tartamudez.
Ya sé que cien palabras resultan escasas
y que podría haber descrito con quinientas tu sonrisa.
Haber usado otras doscientas hablando de tus manos
Y haber inventado millones en tus boca.
Ya sé que cien palabras son muy pocas.
Se movía a gritos en mi almohada. Me vaciaba las copas a propósito.
Me llenaba el estómago de aire.
Me acariciaba tan lenta y certera, que odié sus caricias para siempre.
Me destapaba, me golpeaba,
me gemía y me huía en ocasiones.
Sobrada en sí misma, acudía cada noche a zarandearme.
Me hostigaba a palabras de antes, a verbos rematados de deseo,
a imágenes cobardes escondidas.
Tenía tantas cosas que discutir con mi conciencia que acabé por no dirigirle la palabra
Quiero comerme la envidia de tus lunares,
soplar el aire que tus colores mantiene.
Quiero revolotear en la arena
y sorber la paciencia de tus carcajadas.
Quiero, deseo, ansío.
Deseo pasar un minuto en tu boca
y un siglo en tu estómago.
Deseo tus piernas destapadas,
franqueadas y con deseo.
Quiero, deseo, ansío.
Ansío la música de tus párpados.
Las corazonadas inquietas de tus cánticos.
Ansío el enorme beso de tu látigo
y el gozo demente de tus pálpitos.
Tengo un pechizco cogío entre tu nombre y el mío.
Una tortura en los deos que se hierven de deseo.
Tengo una pala de besos que se están entreverando
Se emborronan se guasnían y tú, sin hacerme caso.
Si pudíeramos tú y yo sembrar rosas en el cielo,
siguiendo los cien destellos que da un solo corazón,
no cabría ni otra canción en los ojos de la luna
ni otra luz en tus pupilas ni otra risa en mi pintura.
Ya me he enterao que otro cuerpo ahora calienta tu cama.
Que te arropa y te encandila, que te toca y te marea
otro cuerpo desgraciao que no sabe lo que ha hecho
y que por sentir tu pecho su cordura ha estropeao.
Hoy te reto con palabras truculentas, de veneno, de soberbia, de venganza.
Me revelo y me rebelo, al mismo tiempo. Ya soy malo, soy astuto y soy osado.
Te encadeno a otra memoria, no a la mía. Te prefiero desdichado y sin sonrisas.
No parece que la tinta vaya a irse, no parece que este mal pueda perderse.
Súfrelo, como si fuera yo quien sufre. Súfrelo y si no quieres pues te aguantas.
Es mi karma, es mi sino, es mi venganza. Te maltrato desde lejos, poeta insano.
Te maltrato como tú me maltratabas. Con palabras venenosas mal pensadas.