
De guante blanco y corbatas estrechas, pero asesinos.
Impertinentes, arrogantes y mandamases, pero asesinas.
Como una patada en la barriga, como una náusea constante y con delirio.
Malversadores, obscenos, desalmadas, pero asesinos.
Otra patada, en el alma, certera, fuerte y de color rojo.
En aviones privados, en petroleo, en hoteles, pero asesinas.
De diamantes, de universidades y de protocolo, pero asesinos.
Una bofetada de problemas reales en los telediarios, y en la orilla.
Asesinos, asesinas. Sin piedad, sin cerebro, ni vergüenza.
Sin astucia, con palabras y sin lágrimas. Y asesinos, y asesinas.
Sobre la mar, en la muralla y, en la orilla.
Deja una respuesta