


Me aterra verme quieto, veros quietos, me da miedo.
No latir al ritmo, no volar, no soltaros el pelo… me acojona.
El mal, seguro, viene del quietismo, el enfado viene de no bailar.
Bailamos poco, no latimos.
Bailamos escasos, sin olor y sin gemir.
Bailamos sin tocarnos, sin vibrarnos.
Bailamos mal y, solos, pocas veces.
Me aterra que no bailes en la playa, que no sudes descontrol, me da hasta vértigo.
No bailáis y lo sabéis, no bailamos.
El latido se ha perdido en las corbatas, en los carros, en los motores y en el súper.
Bailamos poco, lo sabemos y nos resbala.
Bailamos poco y, casi nunca, en nuestras plazas.
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