Susúrrame al oído que me odias
mientras tiemblo entre tus piernas como un tonto.
Araña bien mi espalda, como una loca.
Acabemos este baile, y luego otro.
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Me estremezco, me desatas, te lamentas;
se me lía tu melena en las caderas.
Me enrollo, me deshago, me envenenas
se te enreda mi melena entre los dedos.
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Me derramo torpemente en tu regazo,
me derrito en un bostezo alegremente.
Me acaricias, me levantas y nuevamente,
aparezco envenenado entre tus muslos.
Amigo inesperado e inquietante, de tosco paladar, inconveniente.
Me mimas cuidadoso e insolente, rumiando mis palabras a lo hondo.
Amigo indeseado, impertinente.
Me atrapas en tu mano y tu veneno. Revuelves mi almohada y mis entrañas.
Me enredas, me enloqueces y no crezco.
Juega a darme besos impertinentes, caricias sinvergüenzas y miradas que trepan.
Juega luego a dejarte temblar, a apretar mis sienes con tus muslos, a sostenerte siquiera con un dedo.
Juega, entonces, a llamar a Dios. Impía, como yo, y blasfema, como el resto.
¿Follamos y reímos?
Cáete en mis brazos pesarosos, en mi pecho palpitante y en mi melena revuelta por tus dedos.
Cáete, como siempre caes, riéndote del suspiro y del cansancio.
Cáete, refinada y moribunda, carcajeándote de mi aliento entrecortado y de mi barriga enorme.
Cáete, ahora, frente a mi.
Pídeme, de ojos, que reiniciemos el juego.
Me gusta cuando te haces intocable,
cuando alcanzarte se convierte en imposible,
cuando la urna se reviste de ladrillo
y las palabras se hacen eternas y alejadas.
Me encanta saberte distanciada,
mirarte a hurtadillas en mis cajones
cuando el recuerdo es quien anida en mi callada.
Me encanta cuando te haces invencible,
radiante en otro extremo del planeta,
vibrante, arrolladora y necesaria.
Ausente, diferente y tan poeta.
Con el recuerdo de tus muslos en cadena,
con la fragancia de tu piel envenenada,
me acarician la mirada y el destello,
me sobrevienen las mordiscos y las ganas.
Con el sabor suculento de tu pecho,
la danzada inestable de tu espalda,
la carcajada deliciosa en tu acrobacia,
se presentan los deseos y la venganza.
Con lo bien que hacía tu cama
lo mal que me hago la mía,
que hasta el sueño se me enfría
y se me quitan las ganas
de soñarte hasta mañana,
de dibujarte dormido,
de ser esclavo y cautivo
de esa esperanza forzada
que me amarra a tu mirada
y me encadena a tu olvido.
*esta décima está alterada porque hay rimas que no son consonantes, espero que me disculpéis.
A ti te gusta la calle
a mi la plaza me encanta
tú eres de teatro breve
y yo de novela larga.
Tú te alzas en tacones,
y te envuelves de elegancia,
yo me escondo en los rincones
y mi vestimenta es rancia.
Tú acaricias a la luna,
de noche desde la playa
Yo reniego de aventuras,
y me escondo en mi atalaya.
Tú paseas en bicicleta,
cantas y haces carnavales.
Yo me quedo en la cuneta,
esperando que me ames.