La libertad nunca viene grande, por infinita que parezca. Nunca es demasiado volar, saltar… olvidar el precio. Jamás es mucho mar, mucha luz o pocas penas.
La libertad nunca viene de sobra, por más viento que veas delante. Nunca es demasiado libre, la libertad. Nunca es mucha la sonrisa, el pan, ni las palabras. Jamás es tanta que te ahoga, la libertad. Nunca será demasiada la arena, ni los pájaros. El sol nunca se hace grande, tan grande.
La libertad nunca viene grande, por miedo que dé tenerla.
Cuando el fuego se hace fuerte en la garganta
y te atrapa sin saberlo entre sus llamas.
Mientras tejes tu futuro en otras lanas,
es la arena quien te abriga y quien te espanta.
Si la mar desaparece mientras cantas,
si la sombra te acaricia y te desgana.
Abre el alma, la cabeza, abre las canas.
Saca el fuego que atormenta y atraganta.
La guitarra es tu compinche y tu aliada
las palabras tu herramienta preferida
y los cielos de pintura, tu almohada.
Canta suave, mientras se cierra tu herida
canta fuerte, cuando ya no sangres nada.
Pero canta, porque cantar es la vida.
Susúrrame al oído que me odias
mientras tiemblo entre tus piernas como un tonto.
Araña bien mi espalda, como una loca.
Acabemos este baile, y luego otro.
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Me estremezco, me desatas, te lamentas;
se me lía tu melena en las caderas.
Me enrollo, me deshago, me envenenas
se te enreda mi melena entre los dedos.
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Me derramo torpemente en tu regazo,
me derrito en un bostezo alegremente.
Me acaricias, me levantas y nuevamente,
aparezco envenenado entre tus muslos.