Odio los minutos largos de los días cortos,
esos que se tensan y parecen años, con silencio, sin luces
y sin ti para darme aquel abrazo.
Odio como callan ahí las moscas, como suenan mi temblor y mi latido.
Te odio, minuto sangriento. Te quiero lejos o tal vez ausente.
Te odio, día corto. Te observo, te palpo, pero no te seduzco.
Odio que existas a la par de dos maneras:
la de no estar tumbada en regazo y la de estar eterna en mi cabeza.
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