
¿Follamos y reímos?
Juega a darme besos impertinentes, caricias sinvergüenzas y miradas que trepan.
Juega luego a dejarte temblar, a apretar mis sienes con tus muslos, a sostenerte siquiera con un dedo.
Juega, entonces, a llamar a Dios. Impía, como yo, y blasfema, como el resto.
¿Follamos y reímos?
Cáete en mis brazos pesarosos, en mi pecho palpitante y en mi melena revuelta por tus dedos.
Cáete, como siempre caes, riéndote del suspiro y del cansancio.
Cáete, refinada y moribunda, carcajeándote de mi aliento entrecortado y de mi barriga enorme.
Cáete, ahora, frente a mi.
Pídeme, de ojos, que reiniciemos el juego.
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