Solo un trozo de arena, todavía mojado por la temprana pleamar, unas rocas húmedas y la vista de un puente viejo. Ella en pie, mirando al mar con los ojos cerrados. Él, detrás, anudado a su talle, le decía: “Si nos quedamos en silencio, podremos oir hablar a La Caleta”.
Deja una respuesta