
El invierno me duele en la memoria, en las manos, en la boca y en tu cama. Se envenena y me atraviesa de repente, mientras otros se desvelan en tu almohada. El invierno me lastima en las entrañas, en cajones medio abiertos y en tus ojos. Me destroza, me requiebra y despedaza, convirtiendo mi cordura en un despojo.
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